Pintura de Alexandra Domínguez
TRISTIA
En el momento en que estaba manipulando la imagen de la pequeña Godiva, Joseph Cornell pensó - tal vez - en la dañina vejez. Sus largos dedos flacos se movían, sin prisa, acostumbrados como estaban a las disciplinas del celuloide. Pero su mente estaba en otro lado. La estación, pensó, ya no es propicia para tantas cosas.¿Por qué el deseo, en cambio sigue intacto? Miró a su alrededor : tan solo escombros, cantos y alcobas vedados, penas en la casa exhausta. Después, miró de nuevo la imagen. Soy todavía una música, pensó. Una porfiada elegía, capaz de captar la intriga de la calle humana. Todavía puedo, como Ovidio, escribir místicos desiguales sobre el exilio. No es demasiado.Ni poco.
Poema de María Negroni, del libro Elegía a Joseph Cornell
Para María Negroni, como para Cornell, el arte es la infancia. No porque la obra atesore un candor olvidado sino porque es el único país de las maravillas y la única tierra del nunca jamás donde se puede conquistar lo incomprensible. Elegía Joseph Cornell es un diario íntimo (si acaso fuera posible un diario íntimo por interpósita personal) : el artista-niño no podría haber escrito estas páginas, pero es único que podría saber leerlas. Es que - así lo quiso él - las películas más conmovedoras son aquellas concebidas para no ser filmadas nunca. Como este libro que aún no ha sido escrito.
David Oubiña
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