CARTOGRAFÍA DE LO DESCONOCIDO
Escribió el poeta René Char que un poeta debe dejar huellas y no pruebas, porque solo las huellas nos hacen soñar. He seguido el rastro sigiloso de ese pensamiento toda mi vida, y por ese camino, más cerca del trabajo concebido como el oficio de una delicada pasión que el de una razonada declaración de principios, han salido al inspirado viaje de lo incierto mis grabados, pinturas y poemas. La búsqueda de un rastro, el hallazgo desconocido de una estética que devenga en conducta e ilumine, aún en su leve precariedad, la conciencia. Creer en la belleza podría ser seguir apostando por los lenguajes del porvenir, adelantarse para encontrarnos en él un lugar futuro, un espacio que por misterioso también lo sea en su cualidad de inquietante y acaso, hasta conmovedor.
Creo que todo artista ha de asumir algún desafío por humilde que este sea con la imaginación de lo infinito. No existe mayor razón que justifique la ética del presente que su multiplicación en las estéticas del porvenir. He asumido el desconocer, el ignorar ciertos discursos de saber como resistencia a la voluntad objetiva del conocimiento artístico. Mi acercamiento es la visión, el desafío de lo real desde la construcción de otro imaginario del mundo. Mi necesidad, en términos de desafío a la carencia, sigue siendo como desde un principio, lo desconocido, el deseo de lo desconocido, la mirada capaz de inventar un mapa espiritual para aquellos que en el aire, aún vagan sin tener la casa de sus revelaciones, la dignidad de sus conjuros, la aplazada deuda de su felicidad sobre la Tierra.
Alexandra Domínguez